Tu distancia es un vacío en mi pecho. Es un dolor constante que no ceja hasta el momento de volverte a ver.
Es estar sumido sólo en tus recuerdos pero recuerdos que no puedo tocar ni oler. Son recuerdos que me mantienen pero que duelen.
Es saber que no hay manera de estar juntos de la manera que quisiera. Es saber que tengo de ti sólo instantes, pero que esos instantes iluminan mi presente. Son rendía de luz que dan otro sentido a mi existir.
Y lo acepto. Acepto tenerte de esa forma pues no se extingue la esperanza de un día poder estar juntos de la manera que anhelo. Que seas mi mujer y yo tu hombre. Que compartamos un proyecto de vida, que durmamos en la misma cama, que tú rostro pueda ser lo primero que me encuentre al abrir los ojos.
Mientras tanto aprendo a manejar este dolor y estos celos que me carcomen por dentro, pero que se convierten en dicha en el momento en que vuelvo a tener tu mirada sobre la mía.
Y la única esperanza de la que me sujeto es que todas estas horas esté yo en tu mente y en tus deseos; en mi egoísmo espero que cuando lo estés amando, cierres los ojos y sea a mí a quien mires y sientas.
Y en tanto el día se agota, tomó fuerza para mantenerme cuerdo en espera de ese momento en que podré mirarte de nuevo, abrazarte sintiendo tu cuerpo y aspirar tu inconfundible aroma...
domingo, 17 de abril de 2016
Masticando las horas
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