domingo, 18 de noviembre de 2007

La caída del muro.

Ayer la vi asomarse. Fue una mirada furtiva y breve, una mirada calladita. Pero su ojos se posaron en este espacio mio por vez primera. Al verse sorprendida su rostro se tornó del mismo color que el del atardecer descansando en aquel momento a sus espaldas. Y no logré distinguir si en sus labios fue una sonrisa o una mueca la que se dibujó.
En aquel momento me encontró de pie al centro de la habitación, con el torso y los pies desnudos, y el pudor con la guardia baja, reconociendo en el espejo el mapa de mi historia.
Hoy me encuentro de nuevo al centro de la habitación, pero mi desnudez es hoy absoluta pues tengo la confianza que vuelva a asomarse a mi espacio, pero en esta ocasión espero que su rubor venga acompañado de deseo. He preparado mi cuerpo para su llegada, el territorio está listo anticipando el recorrido de sus manos por mi geografía. Pero sobre todo he reservado el lugar en el que habrá de descansar su sonrisa, el hueco en el que guardaré la primera palabra de amor que su boca pronuncie y un recipiente para verter en él el suspiro que su cuerpo deje escapar al primer contacto con mi piel.
He preparado este encuentro con toda la historia que el día de ayer repasé ante el espejo. En mis brazos habrá de encontrar el silencio que necesita así como el alivio anhelado. Mis manos serán una guarida para sus lágrimas así como el espacio en que sus risas podrán desparramarse y sus labios podrán refugiarse.
Y en el umbral de la puerta puedo ver su silueta vestida de una primavera que habrá de marcar el final de mi invierno. Mi deshielo será alimento para todo el renacimiento de un nuevo relato que la brisa comienza a escribir al colarse entre su cabello.
Su mirada no es hoy furtiva ni breve... Es un mirar profundo con tono de ámbar y envuelta en curiosidad. Hoy distingo una sonrisa franca y perfectamente delineada en sus labios cuya carnosidad de carmín anticipo ya sobre los mios. Y mi desnudez hoy habrá de arroparse entre la piel color de otoño que comienza a llenar de un nuevo aroma el otrora espacio vacío cuyo centro ayer yo cubría de pie.

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