lunes, 9 de mayo de 2005

Hace Calor

Hace calor, calor de mayo, seco y despiadado. Calor de concreto y lámina.
Con tanto calor se me dificulta distinguir mi propio averno.
Contener tanta sensualidad, tanta sexualidad, se torna doloroso. Tanto que hasta mi sudor se ha secado y mi piel se resquebraja.
Me duele sentirme, me quema sentirme. Soy úlcera errante.
Te toco y pareciera que estuvieras también en ebullición. ¿Cómo haremos para calmar tanto fuego sin quemarnos? Tu saliva es agua hirviente que llaga mi ser como testimonio de su paso por mi piel. Tu sexo es la mismísima entrada al infierno y el mío es espada en llamas que arrasa, derrite y destruye.
Déjame fundirme en ti aunque mañana sólo queden las cenizas de esta osadía que dejamos crecer y devorarnos.
Quédate y quémate en mí...

domingo, 8 de mayo de 2005

Hoy el café fue de las nueve

Hubo café, pero esta vez de las nueve, hora en que la noche era ya dueña y señora del resto de la jornada de este domingo.
Nada escandaloso, pero no quería dejar el domingo sin un par de horas de aroma de café y buena lectura. Si bien esta vez la lectura se complementó con la lectura de pie. Fue la lectura del pie que se asomaba en la mesa del lado. Semidesnudo, tan sólo cubierto por una cinta de tela con el que se mantenía sujeto a la zapatilla. Tan limpio, tan perfecto, moreno y delgado. Fue algo erótico y hasta pornográfico (la verdad es que aún no descubro la diferencia). Nunca he aprendido a leer la mano, pero hoy aprendí a leer el pie. A leer cada dedo, el empeine, la subida hacia el tobillo, el color de las uñas. Hasta podría adivinar su olor y sabor. A partir de ese remanso de piel desnuda podía beber sus movimientos, su cadencia, cómo se exponía desvergonzado y sin pudor.
Yo volteaba a ver mis pies, tan cubiertos, tan escondidos y tan lejanos de aquel pie de mujer que se balanceaba al ritmo de la risa, los silencios y las palabras de su poseedora. Miraba cómo mis pies callados se mantenían ajenos, reprimidos, excitados y erotizados (qué bien que mis pies eran ajenos a mí) y se estiraban en vano intento de alcanzar la desnudez altenera de aquella extremidad.
Al final me quedé con mis pies calzados en los que me subí y me alejé, quizás por una vida, quizás por siempre, de aquel trocito de edén que me ha quitado el sueño, como ni aún el café lo ha logrado...

Hasta donde alcanza la vista

El calor del asfalto y del concreto..., puede soportar el frío pero el calor la mata, - Puta madre, que se quite ya este pinche calor -, aunque sabe que tendrá que aguantarse este infierno de finales de mayo. Son seis cuadras las que ella tiene que recorrer diariamente entre la esquina donde abandona el camión y su departamento. Por supuesto, dentro del camión además del horrendo calor hay que sumarle los olores y los "arrimones" de los pasajeros cuando va de pie. En la tercera cuadra ya va sudando y el aire caliente seca sus pulmones. Se imagina ya en el departamento tumbada sobre el frío suelo de barro. Una coca fría estaría excelente, de preferencia si es de botella. Puede ver el edificio, sólo una cuadra más y a olvidarse del calor. Pasa junto a la tortillería: –No hay nada más difícil que vivir sin ti...- Yaaaj!, esa canción ya no, Señor, ten clemencia de esta devota cristiana y guadalupana, pues esa canción además le recuerda a Jorge, su compañero de oficina, quien le sube a la radio cada vez que tocan esa canción. Le revuelve el estómago. Además, a Jorge le apesta la boca y podría apostar acerca de su poca afinidad con el baño diario, pero lo peor es que no la deja en paz aunque una y otra vez se ha negado a salir con él. Por fin en casa, pero y ¿dónde están las llaves?. Nunca las encuentra, siempre se van hasta el fondo de la bolsa y le hacen vivir una muerte chiquita durante unos segundos en los que aquellas no aparecen. Le viene a la mente la terrible idea de tener que regresar sus pasos y tomar de nuevo el camión hasta la casa de sus padres para conseguir la copia. Hoy no por favor, no con este calor. Se promete limpiar poner en orden el departamento si éstas aparecen. Siente el llavero de bolita entre la agenda y el estuche de los lentes. Gracias Señor, ya sé que Tú nunca me dejas sola, y sé que lo prometí, pero hace mucho calor para hacer limpieza el día de hoy, el sábado prometo levantarme temprano y cumplir contigo. Alza la vista y observa al hombre joven que también la mira. Adiós, guapo, piensa y como no queriendo le dirige una mirada a los músculos de sus brazos. Si con esos brazos me llevara hasta el tercer piso y me colocara sobre el frío suelo, con gusto me quitaría la ropa y dejaría que me echara agua helada sobre el cuerpo. La llave da vuelta y la puerta cede. Alcanza a mirar sus ojos, casi negros y hermosos y se pierde en esa imagen.
No está mal, se repite mientras evoca ese par de piernas tan bien enfundados en los jeans. El calor le irrita un poco, sobre todo en días como éste, pero aprovecha las playeras de manga corta para broncearse los brazos y poder presumirlos. Sabe que causan buena impresión. ¿En qué piso vivirá? Ya la había visto antes y le encanta observar ese rostro sonrojado por el calor. Y qué bien huele ese perfume. Aunque en ese momento recuerda su deuda con Alfredo, en el trabajo. Pero como está pensando en renunciar, en una de esas se va y no le paga nada. Además el güey le ha estado gorroneando comidas y cigarros durante un año, así que cobrarse a lo chino no estará tan mal. Si se hace el negocio con su hermano podrán comprar y vender autos, la bronca, ya lo dijo Sergio, son los robados. Sigue caminando y haciendo cuentas de lo que podrá ganar en un año. De nuevo recuerda a la joven de los jeans... ¿Isabel? No, parece que "el Lennon" le dijo que se llamaba Rosario. No está seguro, pero la verdad es que está buenérrima. La bronca es que sin lana ni un refresco le puede invitar. La deuda con Alfredo le provoca ansiedad, pues ya son tres semanas con ésta que le ha venido dando largas con lo del pago… Siempre tarda tanto el semáforo en esta esquina. La gente se acumula. El anciano tirado sobre la banqueta le extiende su mano sucia y maltratada. No le gusta dar dinero a los pordioseros, pero con los ancianos en distinto. Busca en su bolsa y le regala unas monedas. El semáforo marca en verde y el grupo cruza la calle. El anciano le agradece con una última mirada.
El calor hace más difíciles estos días. El rostro le duele. Lo siente reseco, polvoso, sucio. Sabe que huele mal. Ello jamás le importa, pero hoy en especial, con tanto calor, tiene la certeza de su propio mal olor. Y este tiempo que pasa tan lento. En ocasiones cae dormido y no sabe cuánto tiempo habrá pasado. Su única referencia en estos días es la dirección del sol y la intensidad del calor. Las moscas lo invaden, se le meten hasta en los ojos pero no lo siente, pues se ha vuelto a quedar dormido con el ojo abierto. Los huesos le duelen y le arde el pecho por dentro al respirar. Despierta y un perro le está lamiendo la mano. ¡Ora, pinche perro!. El perro se mueve, más por no encontrar mayor atractivo en seguirle lamiendo la mano que por el grito del viejo. Alcanza a observar las monedas que han dejado sobre el raído suéter que dejó en el suelo. Se vuelve a dormir, atrapado por una fiebre que no ha cesado en los últimos días. Ya no sabe si ocurre en sueños o en la realidad, pero la tos no lo abandona, esa misma tos que ahora lo despierta. Abre los ojos y el sol se ha comenzado a esconder detrás de los edificios más altos. Tiene varias monedas. Extiende la mano y las toma. No sabe si algún "vival" habrá tomado algunas de ellas mientras dormía. No importa, las que tiene le alcanzan para este día. Unos taquitos y un refresco. Alza la vista y descubre a un joven que lo mira con asco y desprecio, para después agregar un gesto de nausea al percibir el fuerte olor a mugre y sudor acumulados de varios días. El viejo no siente pena ni sufrimiento, y ya está pensando en esos tacos y quizás un cafecito de cuatro pesos con un pan dulce. Con todo el esfuerzo de su cuerpo y ayudado de un maltratado y no menos sucio bastón, se logra poner de pie e inicia su cansado y lento caminar por la acera, no sin antes mirar compasivo al joven, a quien entiende perfectamente, aunque éste no lo sepa
Por fin un ligero y fresco viento comienza a recorrer la ciudad. Es una hora agradable para salir a la calle. El calor ha cedido y el viento le refresca el rostro después de varias horas bajo el sol. Es un día extraño. Hoy no se siente bien, y la sensación ha empeorado con los últimos días. Hoy ha estado pensando en la muerte. No como esa presencia ajena del día de muertos o de las películas baratas, ha pensado en la muerte como esa posibilidad que le acompaña a cada momento, como una muerte que está más cerca con cada día de vida. Con una muerte que le respira en la nuca y le susurra palabras que lo embriagan. Tiene miedo, no de la muerte, más bien de la vida. Siente pena por él mismo, demasiada para seguir cargando con ella. Siente desprecio por todo, por el olor de la ciudad, por la suciedad de las calles, por el ruido de los autos, por los perros callejeros, por los niños que lloran de la mano de sus padres, por el viejo que pide dinero en la esquina. Los autos comienzan a avanzar con mayor rapidez conforme el tráfico va disminuyendo. Puede olor el humo que dejan a su paso. Las luces le golpean a los ojos y siente ese mareo, esa náusea. No puede soportar el desprecio de ella. Carajo, que más puede hacer. "No hay nada más difícil que vivir sin ti..." suena en el taxi que va pasando junto a él, esa canción, todo el día presente en su mente, que la siente ya como suya, que irónicamente y de manera tan cursi lo retrata. Recuerda el rostro de ella, sus piernas que, en los jeans del día de hoy, lucían perfectas. Su olor, tan limpiecita, tan educadita. La bocina de un auto lo trae de regreso. Ya oscureció y los faros de los autos lastiman su vista. Pasan frente a él cada vez más rápido. Está mareado, enfermo. Cruza la calle. No advierte el semáforo en rojo. Alcanza a escuchar el rechinar de las llantas. Siente el seco y fuerte golpe en su costado...
¿Vas a pasar? Frente a ella, su vecina le sonríe en tanto intenta salir a la calle. Sí, perdona. Los ojos negros se quedan en su mente. Fue como si el tiempo se hubiera detenido. Recuerda que tiene calor, demasiado, y que una coca fría aguarda en la hielera. Cierra la puerta tras de ella y alcanza a escuchar la música que escapa de una ventana vecina: "No hay nada más difícil que vivir sin ti..."

sábado, 7 de mayo de 2005

Maravilloso

Hoy estoy de maravilla y no tengo razones para estarlo o no, simplemente estoy de maravilla. Y es de maravilla estar de maravilla pues percibo la vida de un color vivo y rico en matices, percibo la vida tan suave y fantástica, compleja más no complicada. Me percibo ligero y fuerte, confiado ante la incertidumbre y deseando que ésta siga siendo mi compañera, pues prefiero una vida con sorpresa y novedad a una vida plana y controlada. Me gusta despertar y saber que allá afuera hay misterio, que aquí adentro hay misterio..., que yo mismo soy un misterio y con la capacidad ilimitada de ser a cada instante. Y eligo ser el que soy, y sólo soy en el acto de ser y es en el hecho que me demuestro y me descubro. Hoy soy vida, hoy estoy en armonía conmigo y con el universo y hoy no necesito más que este instante bendito en que vivo. Hoy estoy de maravila y es lo único que tengo y sólo lo tengo en este momento y ya mañana les cuento.

El Misterio de la Vida

"El misterio de la vida no es un problema a resolver, sino una realidad a experimentar" Alan Watts

viernes, 6 de mayo de 2005


Hola Güerita Posted by Hello

La fantasía me permite expandir el sentido de mi existencia y es la posibilidad de acceder a otras realidades que, aunque mágicas, también existen. Posted by Hello

Leyendo a Alan Watts

Anoche leía a Alan Watts (de nuevo después de un año) y me di cuenta que pude percibirlo con otro sentido. Lo más importante fue haber descubierto la importancia de vivir la experiencia del momento, sin nombrarla, compararla ni explicarla, sólo permitirme ser la experiencia y que entre ésta y "yo" (lo que sea que "yo" signifique) no haya barreras ni diferencias. Y así como en momentos de pasión y gozo desbordados dejo de tomar conciencia de mí y simplemente me fundo con la experiencia y me convierto en pasión y gozo, así también con la tristeza, con el miedo, con el enojo... Dejarme sentir la experiencia sin ponerla en dimensión contra otras experiencias similares anteriores o incluso contra la experiencia inmediata anterior.., sólo quedarme en lo que sea que vaya apareciendo y encontrar el significado en el estar en el momento a momento... Al final, eso es la vida, un fluir nuevo y constante a cada instante y no una repetición sorda y hueca de eventos. Hoy lo comprendí y lo pude experimentar. Hace un año sólo lo entendí...

Mirando

"Te miro, te miro y no te miro" diría el yucateco.
Yo en cambio te miro y te descubro. Miro en ti una realidad que se esconde pero al mismo tiempo se exhibe, provocativa y misteriosa.
Te miro y te busco. Te busco también en mi propia realidad... Te busco en la confidencia y en la fraternidad que haz construido, en esa misma confidencia y fraternidad que yo también he construido, en torno a ti y en torno a mí.
Te miro y miro esos ojos que anticipan siempre con una sonrisa a la sonrisa de tu boca.
Te miro en silencio, te miro sin verte, pero a veces con más claridad que cuando estas frente a mí.
Te miro pues también estoy aprendiendo a mirarte, desde tu interior y desde el mío y con ello aprendo a conocerte, o quizás más que a conocerte, a reconocerte, pues es como refrescar el conocimiento que de ti ya tenía y comienzo a reconocer esa sonrisa, esa mirada, ese instante apenas perceptible que sucede entre la sonrisa de tu mirada y la sonrisa de tu boca, esas manos, esa alegría y esa energía.
Te miro y comprendo. Comprendo de mí a través de ti, pues sin saberlo estás siendo un puente entre mi pasado y mi presente y al mismo tiempo esa mano que siempre está ahí tendida siempre dispuesta y está siendo un apoyo para salir de aquel distante pasado. Comprendo de mí a través de tus manos, de tus ojos, de tus silencios y tus sonrisas. Así también comprendo de ti a través de mí, de mis manos, de mis sensaciones, de mis más profundos silencios y de mi mirada queriendo entrar en la tuya.
Y así mirándote, conociéndote, comprendiéndote y reconociéndote puedo seguirte mirando desde el torbellino y la calma de mi propia realidad, sabiendo que estás y eres, desde mí y por ti misma, desde aquel pasado lejano que nos ha reencontrado y de aquel futuro del que no sabemos desenlace. Te miro en tu propio camino y en el mío y disfruto el cruce de caminos que nos ha vuelto a unir pero que no sabemos si algún día nos habrá de separar, pero al final siempre habremos de caminar juntos en la eternidad de esta existencia que va más allá de lo que incluso hoy podemos comprender...

Anatomías

Cuerpo de ironía, que ES pero NO ES al mismo tiempo. ES por sí mismo. ES porque existe. ES porque habita. ES porque puedo mirarlo, inconfundible, determinado, sereno, ligero y fuerte. ES porque puedo percibirlo. ES porque simplemente no sé qué decir cuando pienso en él...
Mas ese cuerpo NO ES desde el momento en que esta distancia se instala en el camino de ese cuerpo tuyo y mi propio cuerpo. NO ES desde el momento en que no existe en mí. NO ES porque soy incapaz de habitarlo. NO ES porque está ajeno a mí. NO ES porque el tan sólo mirarlo, me confunde y me pesa sin siquiera tocarlo. Me pesan esa distancia y esa levedad simplemente por la incapacidad de poder hallarlo pleno, completo, total y absoluto en mí. NO ES porque tan sólo percibirlo me mata, porque tan sólo pensarlo enloquece mi mente.
Y está ahí, está aquí..., inmóvil, completo, cual tiempo. Y como tiempo no puedo retenerlo ni acuñarlo. Como tiempo se escapa. Como tiempo es también presente, y mi presente y el de ese cuerpo simplemente no coinciden. Y en mi deseo de arrancar a ese cuerpo de tiempo quisiera morderlo, arañarlo, ahogarlo con esta sensación de sed, pero al mismo tiempo besarlo, acariciarlo, descubrirlo, conquistarlo, abandonarlo...
Cuerpo ajeno, cuerpo frío de la distancia, pero tan cálido que puede adivinarse, detrás de su propio andar, de su propio bamboleo. Cuerpo de luna, aislado, sereno, ajeno y distante. Cuerpo de luna que quisiera rescatar para mi propio gozo.
Y al final me doy cuenta que ese cuerpo pertenece a una realidad ajena a mí, inconquistable. Reconozco la propia identidad de aquel cuerpo que es una identidad distinta a la mía y por lo tanto imposible de poseer por completo.
Cuerpo sin dueño y yo..., yo aquí sin cuerpo.

Afortunado

Afortunadamente he dejado de saber hacia dónde voy, pues ello me ha quitado límites.
Afortunadamente he dejado de saber quién fui, pues así no tengo ataduras.
Afortunadamente he dejado de saber quién soy, pues así puedo inventarme cada día.

miércoles, 4 de mayo de 2005

Entre el Cielo y el Corazón

Miro es sonrisa y no puedo evitar comenzar a divagar. ¿Quién habrá tenido la sensibilidad para concebirla? ¿Quién además de inventarla fue capaz de convertirla en esta visible y palpable realidad? ¿Quién además de hacerla presencia fue finalmente capaz de hacerle parte de mi propio presente?
Y es esa misma sonrisa la que me trae de regreso y me digo que divagar es perder el tiempo, tiempo para poder estar con esa sonrisa y observarla y absorberla, de perfil, a oscuras, en silencio o a escondidas, desde lejos pero mejor de cerca, de colores, grana y blanca, pero también azul y violeta y naranja, con aroma y sin memoria, pero con el recuerdo de cada instante de esa expresión tuya.
Aun cuando esa sonrisa se enturbie, permanece, intacta, eterna, pues esa expresión física viene de la manifestación profunda de un sentir y de un vivir que trasciende, de una emoción que mira a la vida y de ella se nutre. Proviene de una actitud que decide ser presente y mirar hacia arriba y es en cada respirar de esa actitud que se van curveando esos labios, cual suave hondonada entre dos montañas.
Miro a esa sonrisa tuya, pero que al mostrarse al mundo se vuelve parte de aquel que la mira, es decir, carece de dueño, pero ello no impide que sea mía y que en mí se conserve.
Miro a tus ojos que también sonríen, en una misma frecuencia, en el mismo lenguaje y dirección que aquella expresión de tus labios, pero procuro siempre al final regresar 10 centímetros más abajo en tu rostro, a esa dulce y seductora carnosidad que viste a tu ser. Respiro de tu sonrisa y con ella me quedo, al menos por este instante, que al final es eterno, pues tu sonrisa, esta sonrisa, inicia y termina con cada momento, pero perdura por siempre como esencia de la propia vida.
Tomo tu sonrisa, cual regalo, cual tesoro. Tomo la sonrisa no por necesidad, sino por deseo, por el deseo de quedarme hoy con ella y, si es posible, con la portadora y dueña de es línea cuyos extremos miran al cielo y su sima al corazón.

lunes, 2 de mayo de 2005

De Noche

Es de noche ya... Cierro el día y el recuento de los daños y espero que no hayan sido irreparables. Pienso en ti, Güerita, y me digo que la espera vale la pena, que tu paciencia ha dado frutos y que mis huidas tenían sentido. Huía pues sabía que podía quedarme como hoy me he quedado, no sé si sólo por una temporada o para dejar la sólida evidencia de una historia que va comenzando y que no sé si termine, pero espero no se estanque. Si termina, mal momento, y si se estanca, peor aún. Y hoy que bueno que estás y mejor aún que me he quedado...

El Café de las Siete

Son las siete, y aunque con el horario de verano la noche se cuelga hasta las ocho, es a las siete cuando el café me sabe mejor, pues acompaño el aroma y el sabor de esta pasión con el color del cielo que se tiñe de color sorpresa y que el viento refresca y aleja cualquier problema del día y asienta mis alegrías... Puedo tomar café en cualquier horario sin temor a perder el sueño, pero que mejor que el de las siete.